
Le eché un ojo a mi reloj y quince minutos pasaban de las tres, aconteció el nacer de mi destino. Siempre supe que visualizar futuros adornados y rimbombantes no harían más que plantar en mí, anclas pesadas y lodosas. Empiezo a cuestionarme: ¿Debemos ajustarnos siempre a lo socialmente correcto?, ¿Es justo aglutinarse en éstos presentes de corrompida similitud? No supe qué responder. Solo recordé lo que dicen del destino, siempre acorralado por rutinas villanas y ordinarias que no dan tregua. Asfixian. Oxidan. Fui a lavar mi cara y respirar en pausa.
Recuerdo que me observé en el espejo, arreglé mi alborotado pelo e inhalé bocanadas de aquel pantanoso y cálido vaho, que con usual descaro se pega por toda la piel. No hice más que mirar, reflejado en el círculo, el destello de esa crítica mañosa de humano ir y venir.
Una vez salí de la jaula de hormigón en la que mi casa se transformó, todo comenzó a coexistir con fotografías de verdades a medias. Fue desconcertante observar el cielo gris brillante, similar a esos congeladores de neveras ochenteras que, al menor descuido, se derretían generando caos en las cocinas, pensar que ahora el caos lo trasladamos a nuestros polos, aunque mientras nuestras cocinas no estén inundadas, que importan los polos. Paradojas.

También noté que el sol parecía una opaca perla sin brillo, desolación, dirían filósofos trascendentales. Así que dejé que me calentara su desteñido resplandor y no paré de pensar en que, si el calentamiento global fuera una tendencia de redes que vendiera y captara millones de seguidores, todos los gallos del planeta volverían a cantar vigorosos al amanecer.
Cuantos días de intriga pasé escuchando desde la ventana ese rastrero sonido de hojarascas muertas, una a una víctimas del implacable silencio y la mordaz ausencia. Solo parábolas deambulaban mientras yo caminaba por calles y esquinas de bufonescas ensoñaciones. Latigazos de respiración involuntarios, todo se asemeja a un gozo pagano y retórico, mi maltrecho espíritu se enroscó, cubrió de polvo y petrificó.

Regresé a casa y me preparé un café, pronto llegará la noche y es aquí donde todo cobrará sentido. Me refugié en placenteras ordenanzas de libertad. Aquella tarde me susurré con ímpetu… no fue suficiente. Las frustraciones se entrelazaron en danzas con mis sonrisas que llegaron vestidas de anhelos. Al fin bisontes, jaguares, ballenas, osos polares y cóndores podrán retornar al pedazo de edén que a regañadientes hemos conservado para ellos. Finalmente podrán respirar y deambular sin que sus corazones se agiten, creo que aún no es tarde para que surja un porvenir.
Me encanta esa lógica catarsis de una fría tarde
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Y a mi me alegra que te encante mi catarsis queer eye….. amándote!!
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Bailan tus letras en un agradable compás al que me uno con la emoción de leerte y con la inusitada y maravillosa experiencia sensorial que ésta, tu catarsis, me transforma y me deleita.
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A florecita rockera que felicidad leerte, bien aquí estoy dándole al texto de Harari. Besos y me alegra saberte presente en toda mi vida y mis proyectos.
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Que sabor encuentro en tus escritos, cuando las cosas que llamamos nuestras tienen impregnado un sentimiento, y bueno aunque en tiempo de aislamiento no nos de para reconocerlas, ahí siguen.
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No alcanza a imaginar cuánta gratitud siento por estar tan conectada a mis escritos y pensamientos. Es un absoluto deleite dialogar con vos y compartir nuestros FetiCHEZ.
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