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Palpar el torrente sanguíneo que sobrepasa la piel es fascinante, perturbador, lunático, sin duda alguna, alucinante. El alma multicolor desencadena mi cicuta, casi sin darme cuenta me hace sucumbir ante su mortal hechizo. ¿Por qué me causa tanto dolor amarte Chez? Soy inocente, sin embargo, cada corrientazo fulminante que comprime mi pecho me asfixia, me deteriora, desencadena agonías perturbadoras.

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El cielo se camufla en la montaña, su belleza es apabullante. Una negra densidad de repente se aloja en mi ser, trata de acomodarse por completo dentro de mí y sin restricciones se lo permito. Que desquiciada sensación me cobija, logra despertar en mí los más básicos pensamientos.

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Tu boca, que seduce mi existencia. La carnosidad de los labios atrapa mis sentidos manipulándolos a su antojo, son serviles ante su mando. Degustar tus besos muta la esencia, desencadena turbulentos pensamientos de anarquía sexual. No dejes de besarme nunca, moriré al instante. Si lo haces mi humanidad entraría en un estado de tortura eterna.

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No dejes de besarme nunca, sigue alimentando tu ego con mi obsesión primitiva, sigue deleitando tu particular perversión con mi fetiche descontrolado, decadente y puro. No dejes de besarme nunca, amo y me lleno de éxtasis con esta brutal vulnerabilidad. Entiende en definitiva que mi adicción a tu boca me otorga el más deslumbrante existir. Ahora comprendo porque la saliva que recorre esta garganta, herida por el desasosiego del olvido, me arrastra a experimentar un fulgurante juego, por la muerte y su vientre tibio.