Texto: @conexionfetichez. Fotografía: @conexionfetichez. Estilismo y producción de moda: @giatrashy_. Maquillaje: @giatrashy_ Modelos: @giatrashy_. Locación: Barrio Terrazas – Bucaramanga.
MARTÍN: ¿Tiene frío?…. Tome, póngase mi buzo, a mi ya me está pegando este ron.
CHEZ: ¿En serio? … uummm está calientico… en verdad gracias Martín, esto lo es todo, en serio le digo.
Su olor se instaló en mí y me impregnó de seguro para siempre. Hasta el día de hoy sigo recordando ese aroma a CK de Calvin Klein, el perfume que usaba. Y cómo se combinaba a la perfección con aquellos ojos verdes que, por segundos en esos días, me dejaban en un silencio contemplativo.
CHEZ:Yo… pensé que después de lo que pasó en las interclases usted no volvería a hablarme y… bueno, aquí estamos los dos, solos, viendo las estrellas, de frente a la montaña, tomando ron, y allá todos enfiestados en la capilla. ¿Por qué no estás allá con tus amigos? ¿Por qué decidiste acompañarme? ¿Me quieres acaso decir algo?
Siempre sabía usar silencios prolongados que unidos a miradas completamente seductoras, lo hacían irresistible. Realmente no quería pensar, solo anhelaba seguir ahí sentado junto a él, seguir recostando mi hombro junto al suyo. Imaginaba por milésimas de segundos nuestras manos agarradas, empezando por supuesto por el dedo meñique, saben? Quería comenzar ese juego de contacto que nace y crece dedo a dedo, que se prolonga por minutos mientras los corazones laten con fuerza, siempre esperando un rechazo, pero con la grata sorpresa de que tus dedos son bien recibidos, que finalmente aquella persona se decidió por ti y así como vos, desea conectarse de una vez por todas contigo, empezando por las manos.


Pues bien, allí estábamos, en el conocido Alto de Padres por la vía a Cúcuta, en nuestro último retiro espiritual antes de graduarnos, con la botella de ron robada de casa y en silencio mirando las estrellas. Sin duda, su olor me embriagaba más que el mismo ron. Recuerdo que hablábamos con las miradas, el lenguaje corporal, los roces, las respiraciones que se perciben a milímetros de ti. Hablamos envueltos en el silencio.
MARTÍN: Si hay muchas cosas por decirnos flaco. Muchas verdades por ser reveladas Chez sabes?, y hoy siento que puedo decírtelas sin decir una sola palabra. No me mire así… ¿Qué pasó? Tómese el trago, lo veo quedado. No sea tan señorita. Sigamos hablando mierda pero con los ojos, aprovechemos las estrellas para inspirarnos, esto de hablar con la mirada es una chimba.
Me tomé el trago, miré las estrellas y las montañas y abracé con mi espíritu su olor esparcido por todo mi pecho gracias a ese buzo que también me abrazaba hace minutos. Aquella noche señores, más que un retiro espiritual, lo que viví fue la llegada de una verdad que durante años gritó ser liberada de nuestras almas confusas de adolescentes.

Hola a todas, todos y todes, ya los extrañaba ¿me extrañaron? He vuelto y más recargado que nunca. Que nota estar de regreso grabando Conexión FetiChez, saben? Para quienes me escuchan por primera vez soy Chez Rodríguez, para mis más fieles seguidores la mejor energía de reencuentro y de paso sean bienvenidos al penúltimo capítulo de una primera temporada que aunque coartada por un buen tiempo, llega para cerrar con dos broches de oro contundentes. Aclaro que por cuestiones laborales debí detener este proceso, pero eso ya es pasado, el final se acerca para dejarlos en modo infarto y la segunda temporada se viene con novedades muy interesantes que espero les guste. Entre tanto, hoy les traigo una historia dedicada a la primera vez en que mi único amor del colegio se transformó y dejó de ser platónico, para ser real. Por supuesto, de la mano de una banda sonora que días después, acompañó mi verdad y florecimiento Queer. 1979 de The Smashing Pumkigs, Baby one more time de la princesa Britney Spears y Don’t speak de No doubt fueron sin duda el soundtrack perfecto. Así que sean bienvenidas, bienvenidos y bienvenides a esta nueva crónica introspectiva aquí en Conexión FetiCHEZ.


El sol era implacable, la apuesta que se dió al inicio de la maratónica subida por la cuesta fue devastadora. Justo a mi, al más queer de todo el parche le tocó la mala suerte de ganarse el medio bulto de naranjas. Si, así fue, me gané en la rifa el bulto y subirlo fue extenuante. En un momento de completo delirio observé un ángel, les juro me esperaba bello como siempre me los he imaginado. Creo que el calor, el cansancio, la sed, la piel que se quemaba sin protección alguna ya me conducía al borde de la locura, por eso mis visiones eran un duelo aterrador entre la imaginación y la realidad.
MARTÍN: Ven dame tu mano, déjame llevarte a la finca, volemos juntos. Toma este delicioso jugo de naranja, refréscate y déjate llevar en mis brazos hasta tu destino. Realmente lo que me dijo fue: Ole viejo Chez lo veo grave, ¿usted si puede con ese bulto? Está cómo pálido…. Oiga respire y no se tire ahí, párese y camine despacio, respire profundo en serio… hagamos algo parce, deme el bulto de naranjas, yo lo llevo, porque al paso que va, ni en un día usted llega a la finca. Eso sí, cuando llegue tiene lista una jarra con agua y hielo para que me prepare un buen jugo de naranja listo.
CHEZ: ¿En serio? ¿Lo va llevar usted?
MARTÍN: Obvio… hágale vaya echando y no se deje alcanzar, que quiero mi jarra lista cuando llegue.
CHEZ: ¿Y si se dan cuenta…. digo la gente, qué les decimos?
MARTÍN:Nada, ellos no importan.
Y así fue como todo empezó ese día que nunca olvidaré. Martín se echó a la espalda el bulto de naranjas y entre paso y paso yo tomé la delantera y lo dejé atrás. Cuando llegó ya tenía todo listo. No me importaron las miradas o los comentarios, yo cumpliría y le prepararía su refrescante jugo de naranja. Lo miraba sonriente mientras exprimía cada naranja, algunas veces me chupaba los dedos, él solo me miraba y se reía. Siguió sonriéndome y mientras exprimía la fruta sus ojos se instalaron en mi, envolventes, seductores. Observé el sudor deslizándose por su cara y pecho. Fue erotico. No obstante los comentarios y las preguntas de sus amigotes acabaron por derrotar el episodio fantástico y dieron paso a un frío “gracias” tomó la jarra y se fue con sus amigos, dejándome solo, bajo el sol, las risitas mal intencionadas de algunos, las miradas lamenteras y enjuiciadoras de las niñas de bien, las manos llenas de naranja dulce y el eterno vacío del inoportuno escarnio público.


Hablemos entonces de lo platónico, hablemos de las utopías adolescentes que me rondaban por aquel tiempo. Les cuento que Martín poseía una presencia arrolladora. Sus ojos verdes almendrados, que siempre te observaban con cautivadora seducción, me atraparon de inmediato. De una se robó mi corazón. Adolescente de ímpetu contundente. Admiraba su forma de relacionarse con todos en el salón, pues quizás fue el único que logró entrar en cada grupo social con destreza absoluta. Con los nerds fue preciso, sus aportes académicos y buen análisis matemático le permitía siempre estar en los grupos de trabajo bien calificados. Con los deportistas gozó del liderazgo innato pues su dominio del fútbol era innegable. Con las mujeres fue todo un casanova, de labios en fusión perfecta con una sonrisa de película, sus sonetos vulgares de puberto siempre las dejaba alucinadas. Y, qué decir con las mariquitas, a nosotres su aura de rebelde fue un elixir para nuestros ojos. Cada abrazo furtivo llegó para recordarme que era mi destino amar la masculinidad que deambulaba en constante cuestionamiento. Así qué…. me enamoré, me tragué, me encapriché. Martín durante todos esos años de secundaria fue mi único amor y él lo sabía, así que como un gran estratega supo cómo usarlo siempre a su favor.
CHEZ: ¿Le molesta que le toque la mano? ¿No sé cuántos minutos han pasado y no sé si usted está bien o mal?
MARTÍN: Todo bien ¿Me puedo recostar en su piernas?
CHEZ: Obvio.
MARTÍN: Deme su mano. ¿Si siente? Es mi corazón, late muy fuerte. ¿El suyo late igual?
CHEZ: Si, ¿lo siente?
MARTÍN: Si. ¿Yo le gusto, cierto?
CHEZ: Mucho, más de lo que se imagina sabe. Desde el día uno en que lo vi entrar al salón y…. Le juro que me he controlado mucho, de no mirarlo tanto, de no mostrarle mi alma rota, de que la gente no se de cuenta, pero casi siempre la cago y se me nota. Es insoportable esta sensación de impotencia eterna.
MARTÍN: Yo no… Quiero decir… yo no sé qué decirle, estoy muy confundido. Además la mona también está y me importa. Espere ¿Por qué se va ir? Relájese. No he dicho que no me gustes… es solo que todo esto es nuevo para mi, me sobrepasa y no sé cómo manejarlo.
CHEZ: Ahhhjjj Me siento prendo, mejor me voy para la carpa. Quédese con la botella y lleve lo que quede para la fiesta.
MARTÍN: Naaaaaaa… Más bien déjeme acompañarlo.
CHEZ: No, prefiero ir solo, además no sé si alguna de las chicas están ya en la carpa.
MARTIN: ummmmm pues, queda muy poco ya, no la bebimos casi toda Hp que borrachos.
CHEZ: Total, me siento super rico.
MARTÍN:Sí, yo también. Por eso disfruto estando aquí con usted. Oiga, míreme….
Segundos después caminamos en completo silencio hacia la carpa, a lo lejos se escuchaban los gritos de euforia de la gente enfiestada en la capilla de los curas. Mi acompañante se detuvo a unos cuantos metros mientras yo revisaba la carpa. No había nadie. Entramos, torpemente nos fuimos quitando la ropa. Bueno yo solo me quité el jean, quedé en boxers. Él solo se quitó la camiseta y se bajó el pantalón de sudadera incluyendo sus boxers. Tremenda visual.

MARTÍN: ¿Le gusta? Así se lo imaginaba.
CHEZ: Ah… sí está bonito.
MARTÍN: ¿Bonito? No me joda, no sé si emputarse o besarle esa jeta. Prefiero que me diga que le encanta y que salió mejor de lo que se imaginaba.
CHEZ: Me encanta Martín. ¿Se la puedo tocar?
MARTÍN: Obvio, me la puede chupar si quiere. ¿Si quiere?
CHEZ: Si.
Después de unos minutos:
MARTÍN: Uffff que rico ¿Ya lo había hecho antes, no?
CHEZ: No. Obvio no.
Le mentí.
MARTÍN:Pues lo hace rico parce, siga, me encanta. Ushhhh suave, suave que rico.


Lo miré desde aquella posición de sumisión y decidí levantarme y besarlo nuevamente. Besarnos fue lo más placentero, sus labios y sus besos fueron tal cual los imaginé. Además, finalmente el roce de nuestros genitales nos derribaron el muro de doble moral inyectado hasta los tuétanos por nuestras familias. Derribamos una sociedad que gritaba censura en cada esquina. Decidimos escribir un poema con nuestros cuerpos sudorosos y llenos de miedo. Derrotar el miedo sin duda nos excitaba. Bajé y proseguí con el ritual adolescente. La adrenalina de lo prohibido y de ser encontrados con los pantalones abajo también jugaba a nuestro favor, puro erotismo torpe y lleno de hormonas juveniles. Su cuerpo caliente sobre el mío, la tensión en mis brazos sintiendo las embestidas y sus exclamaciones resonando en mi nuca y cuello completaron un momento épico para mi existir. Ese joven a quien amaba con todo mi corazón me llenaba de su cuerpo y su alma. Recordarlo aún me estremece.
Amé la forma única de dejarse llevar por su instinto más íntimo, más natural, más primitivo. Intentamos envolvernos con propiedad en el juego sexual, pero nuestra mutua inexperiencia nos traicionó. Tampoco voy a mentirles, éramos jóvenes. Venirse furtivamente fue placentero para ambos. Él logró un orgasmo y yo una sensación de libertad. Sentirme abrazado por su deseo fue sublime. La noche y el encuentro que nos regaló, despertó para ambos instintos que estoy convencido nunca nos abandonaron.

MARTÍN: Sabe, me gusta mucho su piel, es tan suave y huele tan rico.
CHEZ: ¿De verdad? Gracias en este momento soy tan feliz. Tú también hueles rico. ¿Le gustó? ¿Lo hice bien?
MARTÍN: Sí me gustó. Pero Chez, esto nadie lo puede saber, me entiende.
CHEZ: Si. Tranquilo, yo no voy a decir nada. Es más, creo que ya debemos salir e integrarnos, no juguemos más con la suerte, pero ¿sabe algo Martín? esto nunca lo voy a olvidar.
Me miró con tristeza y su silencio lo dijo todo. La normalidad aterrizó y entramos al mundillo alcohólico de la fiesta en la capilla con los curas incluidos. Hay cosas que definitivamente no cambian. Curas y licor, sin duda una mala mezcla que advierte episodios de humana honestidad.
Pocas semanas después nos graduamos y no volví a verlo. En 1999 no existían las redes sociales, así que perder los rastros de las personas era fácil, aún en ciudades pequeñas como Bucaramanga. Pero no cabe duda que esa noche frente a la luna mi amor platónico me brindo su calor y algunos de los minutos más placenteros de mi existencia. Viajé esa temporada de vacaciones a Barranquilla y Britney apareció para acompañar mis memorias de adolecente entusado con una canción y una coreografía que me levantaba sin duda el ánimo. Al día de hoy me sigue sacando sonrisas y buenas vibras. Bueno gente, este fue el penúltimo capítulo de la primera temporada de Conexión FetiChez. Los quiero y gratitud infinita por acompañarme en estas crónicas introspectivas de mi adolescencia. Nos vemos muy pronto con el último capítulo. Estén atentos. Chao, chao.

