El útero de la selva

Esta herida llena de peces

Lorena Salazar Masso

Colección Ópera Prima – ANGOSTA EDITORES – 185 Páginas

Ella siempre fue una mujer de carácter fuerte, pero muchas noches la escuché llorando sola en su habitación. Desconsolada, atormentada por las pesadillas de su propia realidad. Las habitaciones de nuestra casa no tenían puertas, así que su llanto se colaba como un alma en pena que perturbó muchas de mis noches ¿Me conmovía? Sí, sin duda, pero no lloraba a la distancia con ella, solo me preguntaba si su llanto era porque se había dado cuenta de los vestidos mal colgados en su closet o de su maquillaje estropeado _ Lo siento mamá, prometo que no lo volveré hacer, solo quería jugar a ser señorita Colombia, pero no quiero que llores más por mi culpa, prometo que jugaré con balones y carros, pero no llores más _ Eso me iba diciendo hasta quedarme dormido. ¿Qué es ser madre? ¿Qué es ser madre soltera? ¿Parir realmente transforma a las mujeres? ¿Después de que una mujer da a luz aguanta lo que sea? Quizás las respuestas estén en las páginas de Esta herida llena de peces, la primera novela de la escritora antioqueña Lorena Salazar Masso.

La radiografía de nuestro país, sin ser una sorpresa, es devastadora. Somos historia ensangrentada, somos indiferencia delirante, ya no nos conmueve nada. Sin embargo, leer la primera novela de Salazar Masso es regalarte una lectura que, capítulo a capítulo, irá trazando las venas abiertas de una Colombia que lucha por respirar vientos de esperanza y paz.

Esta herida llena de peces es un excelente homenaje al río Atrato y a esa selva chocoana que transpira vida por doquier. Somos en gran parte del territorio una nación de ríos, lanchas, canoas, chinchorros y atarrayas. Somos un país de bagres, garzas, caimanes, monos, culebras y frutas tropicales. Somos un país de negritudes que alcanzaron nuestras costas en majestuosas pero, al mismo tiempo, macabras cajas de madera flotantes. Antaño, zarparon sobre el Atlántico llenas de odio, muerte, peste y deseos de conquista absolutamente criminales.

La autora antioqueña logra relatar en esta novela la ancestralidad de la raza negra colombiana a través del contraste más inesperado entre dos madres. Colombia es diversidad en la piel, el dialecto, en miradas y sonrisas que todo lo transforman. Somos una nación herida que sigue bajo el acecho sangriento de una guerra sin sentido, que se camufla en aquel majestuoso bosque húmedo. Colombia se resguarda, ahora más que nunca, en nuestro Pacífico imponente y brutalmente olvidado por una Bogotá centralista y su jauría de corrupción. Somos un territorio cruzado por arterias llenas de vida, de sueños, de muertos flotantes, de peces, de esperanzas. Cuando el lector termine esta novela seguro querrá ser parte de una nueva Colombia, en donde la paz, la igualdad, la justicia y el perdón sean los estandartes del cambio social para todas, todos y todes.

Quibdó, Bellavista, Unguía, Bojayá así como el Atrato y sus aguas, son el escenario de esta conmovedora historia cuyo final te recorrerá la médula espinal de principio a fin. Les confieso que leer el cierre del libro me quebró como nunca antes la lectura de una historia lo había hecho. Lloré sin consuelo al corroborar mis premoniciones. Lo advertía, renglón tras renglón, pero me rehusaba a creerlo. La crueldad llegó y el pasado de Colombia fue expuesto en su máxima expresión.

Esta herida llena de peces es el amor más genuino y alucinante de una madre por su hijo, un hijo de préstamo que un día tocó a su puerta y le entregó el anhelo más motivador para existir. Colombia, territorio de madres solteras en cruzadas dantescas por la supervivencia de su descendencia.

FetiChez resalta

Sobre la maternidad solitaria:

“Ser mamá es inventar juegos de sol a sol. Mientras cocino le cuento historias: el runrún de la licuadora es un monstruo de tres cabezas: una come borojó, otra, maíz; y la tercera piña. La olla a presión, una tortuga ciega; el cuchillo, dientes de cocodrilo; la nevera, la Antártida donde a veces guarda el pingüino de tela. Él también inventa: la caneca donde echamos la ropa sucia es una fuente y por cada prenda que tiramos allí podemos pedir un deseo. El último juego del día se llama dormir.”

Sobre el Atrato:

“El Atrato une mercados y separa personas. el río lava la ropa, da de comer, sostiene niños, baña mujeres, esconde muertos. Cura los lamentos de los ancianos. el río no discrimina: bendice y ahoga.”

Sobre la guerra:

“La última curva nos acerca a la orilla derecha del Atrato. La conductora, que tarareaba una canción, enmudece, apaga los motores y nos hace señas para que nos quedemos callados. Tanto silencio despierta al niño. Vemos ropa colgada en los matorrales: pantalones, correas, botas de caucho. Entre el verde una tienda de campaña improvisada con palos, bolsas negras y costales. Ocho hombres con pañuelos rojos atados al cuello aparecen entre las ramas…. Uno de los hombres se pone una gorra gris y echa a andar paralelo a la canoa, tranquilo, como si el bosque fuera la sala de su casa y nosotros una mala visita.”

3 comentarios en “El útero de la selva

  1. Angela María Guerrero Carmona dice:

    Quiero leer ese libro, sin duda es una reseña que invita a sanar una vez más a través de las letras, y por supuesto a descubrir a esta escritora que promete una experiencia singular.

    Le gusta a 1 persona

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